El error de Harris | ctxt.es
¿Aguantará el “muro azul”? Esa será la pregunta clave en las elecciones norteamericanas del martes. Las y los expertos demoscópicos no concuerdan en demasiadas cosas, pero si hay un consenso es este: si Kamala Harris logra ganar una mayoría en Michigan, Wisconsin y Pennsylvania –tres estados tradicionalmente demócratas que Biden supo “reconquistar” en 2020, después de que Trump los ganara en 2016– tiene despejado el camino hacia la Casa Blanca. El problema es que, hoy por hoy, Harris no tiene la victoria asegurada en ninguno. Según los últimos sondeos, y tomando en cuenta el margen de error, los candidatos republicano y demócrata van empatados en los tres.
Si hay una sensación que predomina entre los votantes progresistas es la incredulidad. Los sondeos no deberían estar tan ajustados, sobre todo después de la entrada triunfal de Kamala Harris para relevar en la candidatura al presidente Biden. No solo Trump es más viejo que en 2016 y lleva una mochila mucho más pesada –entre condenas, juicios perdidos, intentonas golpistas, desafección de colaboradores cercanos y declaraciones tan escandalosas como faltas de sentido– sino que, a todas luces, la campaña de Harris está mejor organizada y mejor financiada. Todos los reportajes que tratan las tácticas sobre el terreno en esta campaña indican que el ground game de los republicanos, financiado por Elon Musk, es una chapuza; quienes se ocupan de la campaña son trabajadores mal pagados que se sienten explotados y probablemente falsifiquen sus estadísticas para quedar bien con sus jefes.
Los sondeos no deberían estar tan ajustados, sobre todo después de la entrada triunfal de Kamala Harris para relevar a Biden
Y, sin embargo, los sondeos llevan meses estancados en un empate virtual. ¿Reflejan la realidad del voto? Nadie lo sabe. Mientras que la ciencia demoscópica aún lucha por encajar los cambios demográficos y culturales de las últimas décadas –para empezar, el hecho de que todo el mundo usa móvil y nadie coge llamadas de números desconocidos– estas elecciones presentan un reto adicional: es muy difícil apoyarse en los comicios presidenciales de 2020 para hacer predicciones, porque se celebraron en circunstancias pandémicas.
Además, como apunta el periodista Josh Marshall, dado que es cada vez más difícil producir muestras aleatorias de votantes, las empresas que producen los sondeos dependen cada vez más de la “cocina”, en la cual asignan un peso relativo a diferentes subgrupos consultados. “Los resultados de los sondeos dependen tanto de las ponderaciones de los equipos demoscópicos como de las decisiones de los votantes”, afirmaba Josh Clinton en un informativo análisis. “Esperamos demasiado de los sondeos”, zanjó. Al final, la extrapolación de lo que contestan las personas consultadas depende de supuestos –por ejemplo, de que ciertos grupos demográficos votarán de cierta manera– que bien pueden resultar equivocados. Así, el hecho de que los sondeos estén ajustadísimos puede indicar que hay empate, pero también que los expertos creen que hay empate.
Con todo, ¿podemos atribuir el estado actual de las cosas a errores tácticos de la campaña demócrata? “Sin ninguna duda”, me dice el periodista Dan Kaufman, que escribe para el diario New York Times y la revista The New Yorker sobre ambientes obreros en estados como Wisconsin y Ohio. “Para mí, la relativa debilidad de Harris en el Midwest no deja de ser otro reflejo más de la muerte paulatina de la clase obrera norteamericana. Es innegable que estamos viendo los efectos a largo plazo de fenómenos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés) que, a fin de cuentas, entró en vigor de la mano del Partido Demócrata en 1994. El auge del populismo de ultraderecha está íntimamente conectado con el giro neoliberal del centroizquierda. Por eso resuenan tanto los amagos proteccionistas de Trump y sus referencias al sufrimiento de la clase obrera –por más que solo sea retórica, ya que el capítulo sobre el mundo del trabajo en el Proyecto 2025 trumpista es profundamente antisindical–”.
“Es verdad que Harris adoptó un discurso a favor de la clase obrera al comienzo de su campaña”, admite Kaufman, “y obtuvo el apoyo entusiasta de líderes como Shawn Fain, el presidente del poderoso sindicato de los trabajadores del automóvil (UAW). Pero en las últimas semanas parece estar más interesada en cortejar el voto suburbano y de los republicanos desafectos. Me parece una táctica muy rara. ¿A quién se le ocurre hacer campaña en el Cinturón del Óxido con una personaje como Liz Cheney?”
Para Kaufman, este giro en la campaña de Harris responde a presiones muy concretas. “El marido de su hermana Maya, Tony West, al que la campaña ha contratado como asesor, casualmente es el abogado principal de la empresa Uber”, explica. “También está claro que Harris ha sentido la necesidad de agradar a sus grandes donantes. No es casual que haga campaña con Mark Cuban, un empresario milmillonario que ha pedido el cese de Lina Khan, la dinámica jefa de la Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés). Pero Khan, precisamente, ha sido una de las personas más efectivas en toda la administración de Biden en lo que respecta a la implementación de políticas económicas progresistas”. La feroz lucha que ha emprendido Khan contra los cárteles y monopolios le ha ganado la enemistad de las grandes empresas tecnológicas, que hace poco han exigido su cese.
Harris afirma querer defender los intereses de la clase obrera, pero ha evitado dar detalles concretos
Harris afirma querer defender los intereses de la clase obrera, pero ha evitado dar detalles concretos. “Rehuye la especificidad”, apunta Kaufman. “Por ejemplo, habla de subir el salario mínimo, pero nunca dice por cuánto. Es verdad que subraya la necesidad de defender la democracia contra ataques como el del 6 de enero de 2021. Esto posiblemente le sirva para convencer a republicanos desafectos. Pero honestamente no creo que esa línea argumental anime a mucha de la gente que está luchando por sobrevivir económicamente. Esto lo he podido confirmar personalmente hablando con esos votantes para mi reportaje y podcast sobre los efectos del NAFTA”.
“Una de las áreas en que Biden ha sido más exitoso ha sido su política económica. Rompió con cincuenta años de neoliberalismo, que se dice pronto”, afirma Kaufman. Además de Lina Khan, Biden realizó otros nombramientos clave en ese sentido, como el de Jennifer Abruzzo como abogada del Consejo Nacional de Relaciones Laborales (NLRB) y el de Jonathan Kanter, que lidera la división del Departamento de Justicia que lucha contra los monopolios. “Pero Harris apenas se ha aprovechado de todo ese capital político”, zanja Kaufman.
¿Es un error que le costará la victoria? “No estoy seguro”, admite Kaufman. “Pero aunque logre ganar a duras penas, algo que considero muy posible, lo hará sin haber dado con una estrategia efectiva para derrotar al trumpismo. A fin de cuentas, es un fenómeno político que se nutre del hecho de que el Partido Demócrata siga negándose a reconocer las enormes desigualdades en este país, que no solo son económicas sino también de poder –desigualdades a las que ha contribuido de forma significativa durante el último medio siglo–.”
Hay pruebas de que una estrategia más radical puede funcionar, asegura Kaufman. Menciona el ejemplo de Dan Osborn, un político sin partido que se presenta para el Senado por el estado de Nebraska. “Él hace campaña como un candidato abierta y orgullosamente obrerista, en contra de la patronal, en un estado profundamente republicano. Ahora bien, a Osborn los sondeos le colocan a solo dos puntos de distancia del candidato del Partido Republicano. Y ni siquiera se presenta como demócrata. Creo que mucha gente subestima cuán profundamente la clase obrera norteamericana sigue sintiéndose traicionada por el Partido Demócrata. ¿El trumpismo ha movilizado las guerras culturales? Claro. Pero su efectividad tiene una base en el malestar económico que es consecuencia de muchas décadas de descuido”.
¿Aguantará el “muro azul”? Esa será la pregunta clave en las elecciones norteamericanas del martes. Las y los expertos demoscópicos no concuerdan en demasiadas cosas, pero si hay un consenso es este: si Kamala Harris logra ganar una mayoría en Michigan, Wisconsin y Pennsylvania –tres estados tradicionalmente…