Las españolas engañadas por el Plan Marta, la operación católica del franquismo para casarlas en Australia
¿Eres una mujer joven, católica y soltera? ¡Bienvenida a Australia!
Casi 800 españolas emigraron a las antípodas entre 1960 y 1963 con el propósito de trabajar en el servicio doméstico y prosperar en la vida. Sin embargo, antes de subirse al avión desconocían que su destino era casarse con compatriotas que trabajaban en la zafra.
Habían sido engañadas por la Iglesia católica y el franquismo.
Bautizado como Plan Marta, sus objetivos eran ocultos para las protagonistas, aunque quizás recuerden a las martas de El cuento de la criada, cuyo nombre remite a Marta de Betania, hermana de Lázaro (“levántate y anda”), descrita en la Biblia como servicial y hacendosa, hoy patrona de cocineras, sirvientas, lavanderas y amas de casa.
Siete de marzo de 1960. Once españolas embarcan en el primer avión de las novias, donde también viajan italianas y griegas, algunas casadas por poderes. Esto es lo que ignoran:
– Tras la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno australiano se plantea aumentar su población con emigrantes estadounidenses, británicos, bálticos, holandeses y polacos: una Australia blanca y, a poder ser, rubia. Luego también engrosarán la lista ciudadanos procedentes de la Europa mediterránea. El lema es claro: Populate or perish!, es decir, poblar o morir.
– Aunque el régimen franquista no mantiene relaciones diplomáticas con Australia, se organiza la llegada de trabajadores españoles jóvenes y solteros para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar. Los canarios y andaluces son idóneos, debido a su experiencia. Sin embargo, solo admiten a oriundos del norte, como los vascos, que ya habían emigrado décadas atrás. En la selección, influyeron otras razones reprochables que explicaremos más adelante.
– A mediados de los cincuenta, vascos, navarros o cántabros comienzan a trabajar en plantaciones de azúcar y tabaco del estado de Queensland. A la Operación Canguro de 1958, le seguirían la Operación Eucalipto de 1959 y la Operación Emú de 1960.
– Hay un precedente: un año antes, en 1957, el Instituto Español de Emigración despliega la Operación Bisonte, que tiene como destino Canadá. Casi tres centenares de hombres y mujeres, casi todos gallegos, cruzan el charco para trabajar en granjas de Montreal. En paralelo, la Operación Alce emplea a un centenar de varones en empresas ferroviarias y, tres años después, cincuenta españolas solteras viajan a Canadá para trabajar como empleadas domésticas.
Diez de marzo de 1960. El avión de las novias aterriza en Melbourne. Durante los siguientes tres años, llegarán centenares de españolas en trece vuelos. Los emigrantes varones ya establecidos en Australia acuden al aeropuerto a recibirlas. Una se casa el mismo día del aterrizaje.
Captadas en ámbitos religiosos, todas ellas desconocen la agenda oculta del franquismo y los pactos entre la curia católica de ambos países, así como sus objetivos. Por ejemplo:
– En 1959, el monseñor George Michael Crennan, cardenal primado y director de la Oficina Federal Católica de Inmigración, visita a su homólogo español, Fernando Ferris Sales, para proponerle “el establecimiento en Australia de algunas jóvenes solteras españolas, de cierta educación”, como reza una carta del cónsul español en Sídney. En realidad, tampoco interesaba que estuviesen muy formadas para que no diesen problemas a su llegada.
– Francisco Franco usa la emigración como una válvula de escape y como una fuente de ingresos. Es decir, menos desempleo y más remesas. Para canalizar el ahorro y acaparar las divisas, se crearán cuentas de ahorro para emigrantes con condiciones ventajosas.
– El catolicismo australiano, con una fuerte impronta irlandesa, busca ganar adeptos en una tierra donde se han hecho fuerte los anglicanos y otros protestantes. Por ello, la Operación Marta apunta hacia las solteras sin hijos, en edad de procrear y devotas. Mujeres reclutadas a través de Acción Católica y de la Juventud Obrera Cristiana, así como del Instituto Español de Emigración.
No significa que todas fuesen unas beatas. Muchas han emigrado por motivos económicos, pero también por conocer mundo o aprender inglés, por sus ansias de independencia, por desembarazarse de una educación encorsetada, por burlar la presión social ante una orientación sexual no aceptada o por el estigma de ser madres solteras, aunque algunas no tardarán en reencontrarse con los hijos que han dejado atrás.
Antes de viajar, reciben un cursillo para aprender a cocinar, planchar, limpiar y cuidar niños, tareas recogidas en el Manual de la servidora doméstica. Apenas unas palabras de inglés básico y a volar.
¿Qué se encontraron cuando llegaron a las casas de las familias australianas que las acogieron? Pues al principio sintieron soledad, racismo e incomunicación, debido a la barrera idiomática, lo que les llevaría a fundar el Club Español de Sídney.
Muchísimas vascas, pero también asturianas y gallegas; luego, con el tiempo, navarras, cántabras, andaluzas, aragonesas o madrileñas. Algunas no se casaron con españoles, sino con otros europeos. Todas ellas homenajeadas el 10 de marzo del año pasado, coincidiendo con el día del primer vuelo, en Melbourne, Perth, Camberra, Sídney y, claro, Gernika.
Su historia fue rescatada por Natalia Ortiz Ceberio en el ensayo El plan Marta (1960-1963) (Dykinson), del que nació el documental El avión de las novias, codirigido por Javier Castro y la profesora de la Universidad de Nueva Gales del Sur, aunque Ignacio García ya había escrito en 1999 sobre las expediciones masculinas en Operación Canguro (Fundación 1º de Mayo).
Ahora, la escritora Celia Santos publica El país del atardecer dorado (Ediciones B), una novela protagonizada por Elisa, una joven asturiana que viaja a Australia para trabajar en la hacienda Santa Ana, aunque en realidad aprovecha el Plan Marta para encontrar al padre de su hijo en Queensland.
Usted ya había abordado la emigración femenina a Alemania en ‘La maleta de Ana’.
La historia la escriben siempre los vencedores y el patriarcado, por eso reivindico a esas mujeres, iguales o superiores a los hombres, que han quedado relegadas a un segundo plano. El papel de Elisa y otras compañeras es el mismo: ganar dinero para enviárselo a sus familias. O eso creían ellas cuando les ofrecieron trabajo a través de anuncios en publicaciones y en las parroquias, aunque el fin último era casarlas con hombres solteros en Australia, que eran muchos, unos nueve por cada mujer.
Fue una operación orquestada por la Iglesia católica australiana en connivencia con la italiana, la griega, la española… No les interesaba que se reprodujesen los aborígenes y querían repoblar Australia de blancos. Curiosamente, el actor Jacob Elordi, protagonista de la serie Euphoria, es nieto de un vasco emigrado a Australia.
El nombre de la operación daba una pista de las intenciones de sus organizadores. Y luego nos encontramos a las ‘martas’ de ‘El cuento de la criada’…
También podríamos pensar en películas como Caravana de mujeres. Sin embargo, sabían que iban a casarse, pero en el caso que nos ocupa no. Les ofrecían una promesa de trabajo en el servicio doméstico, donde soportaban jornadas durísimas, y querían que se relacionaran con españoles, italianos, griegos, húngaros, yugoslavos, portugueses… Los españoles iban en autobús para esperar a las mujeres en el aeropuerto y un hombre y una mujer llegaron a casarse el mismo día que se conocieron.
Australia buscaba que concibiesen hijos blancos y la España de Franco, estimular la economía con las divisas.
Y establecer relaciones con países extranjeros, porque no tenía amiguitos y necesitaba llevarse bien con Alemania, Estados Unidos y otros países más ricos. No cabe duda de que a Franco le interesaba que los trabajadores se marcharan de España: un parado menos y también una persona que pensaba menos. Además, enviaban divisas, que era lo que precisaba el país en aquel momento.
Y la Iglesia católica, ganar peso frente al anglicanismo.
Fue un lucha de poder entre el protestantismo, religión dominante en Australia, y el catolicismo, que no solo quería reclamar su parcela, sino también superar en número a los protestantes. A nivel mundial, se resolvió con la emigración a Latinoamérica.
Eso sí, Australia quería blancos, no españoles de piel aceitunada.
De hecho, el franquismo ofreció a canarios experimentados en las plantaciones de caña de azúcar, pero el Gobierno australiano quería a gallegos, asturianos y vascos. Un rasgo de supremacismo: querían blancos que parecieran blancos. Ya habían llevado a británicos, holandeses o nórdicos, aunque necesitaba todavía más personas para crear la Australia que buscaban. Por eso eligieron a un pueblo emigrante como el vasco, con fama de fuertes, trabajadores y resistentes, además de altos y, en ocasiones, rubios.
De ahí que las mujeres del Plan Marta procediesen de Euskadi o Galicia, ¿no?
Sí, porque querían una Australia aria. A partir de 1963 empezaron a ir madrileñas, extremeñas, alguna aragonesa… Y en los años 70 ya iban de toda España y ofrecían casa y tierras a jóvenes matrimonios. Fueron casi 800 mujeres, aunque afortunadamente el plan no duró mucho, porque los hombres emigrados empezaron a reclamar a sus familias.
Les pagaban el vuelo de ida, pero el de vuelta era carísimo, lo que les obligaba a permanecer al menos los dos años del contrato. El salario era alto en comparación con España, sin embargo no les alcanzaba para comprar un pasaje. ¿Suena a trata con fines de explotación laboral?
El Gobierno español estuvo de acuerdo con eso, porque las familias que quedaban atrás estaban muy necesitadas y así se garantizaba que permanecieran dos años fuera enviando dinero. Estaba muy bien atado y organizado. Era explotación laboral a largo plazo.
¿Un plan maquiavélico?
Desde luego, pero no estamos hablando de algo tan lejano. De hecho, el año pasado se celebró un referéndum en el que se votó en contra de los derechos de los aborígenes [concretamente, contra la modificación de la Constitución para crear un organismo que les diera voz ante el poder ejecutivo y legislativo]. No nos echemos las manos a la cabeza con el Plan Marta, aunque hay que tener en cuenta que muchas italianas iban ya casadas por poderes, sin conocer a su marido.
¿Regresaron a España o se quedaron a vivir allí?
Bastantes regresaron tras la jubilación, porque volver antes era caro y difícil. Otras, en cambio, echaron raíces porque tuvieron hijos y nietos.
¿Cómo modeló a Elisa? ¿Una suma de todas las ‘martas’?
La protagonista tiene características de todas ellas, aunque sobre todo de una: no estaba casada y era católica, pero tenía un hijo, con lo que significaba entonces ser madre soltera. Lo leí en un artículo, me llamó la atención y me empujó a escribir esta novela sobre una española que deja a su hijo en España para buscar a su padre emigrado en Australia. Mi propósito es que estas mujeres no caigan en el olvido.
A la búsqueda de José Ramón, en un país lejano, desconocido e inmenso.
Australia es quince veces mayor que España. Por eso, al principio de la novela, la hermana Clara conecta a Elisa con la señora Otylia Lewis y su marido para que trabaje como criada en la hacienda Santa Ana, situada en Ingham, en el condado de Queensland, donde vive su novio.
[Consciente de que la Iglesia católica tenía un plan secreto para aquellas mujeres y que había trazado un futuro que Elisa y sus compañeras desconocían, “la hermana Clara estaba determinada a salvar al menos a una de aquellas infelices”].