Los ultras vuelven a Ferraz un año después de las protestas con grietas, luchas internas y más fuerza política que social
Alberto tiene 26 años y nunca había ido a una manifestación. Nunca, hasta noviembre del año pasado. “No me da vergüenza reconocerlo“, dice, orgulloso. Alberto no salió a la calle para defender la sanidad pública; tampoco para combatir la violencia machista, ni para denunciar la subida de los alquileres. Lo hizo, por primera vez, para protestar contra la amnistía. “Eso fue el pegamento. El objetivo real era desestabilizar al Gobierno y deshumanizar a Pedro Sánchez“, recuerda Laura Camargo, profesora de análisis del discurso y escritora. La causa movilizó a cientos de jóvenes, sobre todo hombres, durante 33 noches y 34 días. Las imágenes de banderas franquistas, muñecas hinchables y contenedores quemados frente a Ferraz cumplen ahora un año. ¿Cómo ha cambiado el entramado ultra desde entonces?
La extrema derecha quiere volver a prender la llama de los disturbios contra las sedes del PSOE. Núcleo Nacional –un grupo de neonazis encapuchados con fines “cívico-políticos”– ha convocado este sábado una manifestación en Madrid. La excusa no es otra que reactivar la espiral de violencia y crispación que la “masa fascista” puso en marcha hace exactamente 371 días. Primero fue la amnistía, luego vino la investidura, más tarde el caso Begoña Gómez y, ahora, la responsabilidad, según dicen, del Gobierno en las inundaciones de la DANA. Entre medias, hubo rezos, tractoradas y hasta unas campanadas de Nochevieja. Vox y más concretamente Revuelta, su marca juvenil, han estado detrás de las primeras convocatorias.
El aniversario de las protestas coincide con el despliegue del grupo en los pueblos afectados por la DANA, en València. Los militantes de Revuelta no están solos. Núcleo Nacional, Desokupa, Frente Obrero, Facta y España 2000 también se han dejado ver sobre el terreno. “Es una forma de reformular su imagen pública; una operación de solidaridad para presentarse como algo distinto. Revuelta no utiliza logos reconocibles, ni identificables con la extrema derecha, simplemente comunica su labor de recogida de donativos”, precisa Iago Moreno, sociólogo y experto en estrategia digital. Los expertos consideran que, ahora mismo, la ultraderecha puede “sacar más rédito” con una campaña solidaria en la costa valenciana que recogiendo los frutos de lo que arrancaron en Ferraz.
Las luces azules de los furgones policiales se alternaban hace un año en la capital con decenas, incluso cientos, de banderas. Las que menos, constitucionales. “El objetivo principal era hacer caer el Gobierno, ultraderechizando el debate público y pescando nuevos afiliados. Esto último podemos decir que lo han conseguido; una parte de la población ha comprado su relato, lo hemos visto en las elecciones europeas –con el éxito de Alvise– y lo estamos viendo ahora en Paiporta”, desliza Steven Forti, historiador y autor del libro Democracias en extinción. Alberto, desde entonces, ha acudido a otra docena de manifestaciones, todas ellas –directa o indirectamente– contra el Gobierno de España.
Noviembre Nacional ha sido el lema bajo el que han operado todos los grupos que participaron en las protestas de Ferraz. El movimiento reunió a gente de la Falange, influencers como Un Tío Blanco Hetero, agitadores como Alvise Pérez y Rubén Gisbert, o expolíticas como Esperanza Aguirre. El momentum de la extrema derecha ha pasado; las disputas internas harían “casi imposible” otro noviembre igual o parecido. Los únicos que han mantenido los actos –con una deriva ultracatólica– frente a la sede del PSOE han sido los vecinos –medio centenar, los días de más afluencia– que pusieron en marcha los rezos nocturnos. “Por València y su gente, a la mierda el presidente“, coreaban este lunes en el cruce de Ferraz con Marqués de Urquijo. Las convocatorias para el rezo lo tienen todo. Rosario, liturgia y homilía.
Grietas en la extrema derecha (no parlamentaria)
Vox puso “todos los recursos posibles” a disposición de los jóvenes; los legitimó políticamente para agitar las calles durante el Noviembre Nacional. Las redes fueron al principio su herramienta de trabajo, de hecho, lo siguen siendo: las utilizan para ganar notoriedad, visitas e ingresos. El entramado ultra llegó a congregar a 8.000 personas en Ferraz, un “hito” que, según los expertos, sería difícil de repetir; al menos, de la misma manera. “La estrategia común hace un año pasaba por derrocar al Gobierno. Ahora, como todas las familias, los grupos que pusieron en marcha las protestas tienen pugnas internas por el espacio político que se disputan; no tenemos un magma homogénea“, continúa Laura Camargo, autora de Trumpismo discursivo.
Iago Moreno advierte de la “mala relación” entre algunos de los actores implicados y señala: “El escenario ha cambiado; empezando por la falta de unidad. Las plataformas que forman este entramado no tienen voluntad de actuar en conjunto, ni de volver a tomar Ferraz. Lo que tenemos ahora es una disputa por ver quién atesora la herencia simbólica de lo que fue aquello”. El sociólogo y experto en comunicación digital reconoce que “Revuelta y otros grupos todavía sopesan si tiene sentido interrumpir su campaña de solidaridad en València” y aplazar sus reivindicaciones, “dejarlas para el nuevo ciclo de protestas que vendrá tras la DANA”.
La manifestación de este fin de semana la convoca Núcleo Nacional, que combina la semiclandestinidad con la difusión de esvásticas. El grupo heredó las siglas de Noviembre Nacional, dándole una estética nazi, más agresiva –si cabe–. La asociación, sin embargo, no formaba parte del germen de las protestas de Ferraz; de hecho, ni siquiera existía por aquel entonces. “Es una manera de apropiarse de la causa, agenciarse del movimiento, porque piensan que puede servirles para ganar peso en el espacio político de la extrema derecha”, continúa Moreno.
El riesgo de “sobredimensionar” su fuerza
“La extrema derecha ha conseguido crear un clima de opinión favorable a sus ideas, ha ganado difusión. Es importante recordar que los manifestantes [en Ferraz] llegaron a golpear una piñata con la cara del presidente; lo han insultado en público. La coyuntura internacional legitima y blinda el crecimiento de estas fuerzas, no lo podemos perder de vista”, advierte Steven Forti. El resultado, según los expertos, está entre nosotros: Revuelta crece como la espuma, “supongo que también en número de afiliados”, apunta el escritor.
El 6,7% de los españoles hubiera votado a Vox en noviembre del año pasado, según el CIS. La extrema derecha conseguiría ahora el 11,8% de los sufragios, según el último barómetro del mismo organismo, publicado en octubre. Las fuentes consultadas por Público ponen el foco en el papel de los medios, pero también en la narrativa de las formaciones de izquierdas. “Los ultras están siendo cada vez más visibles y me temo que esto puede jugar a su favor en términos electorales. La sobredimensión es publicidad gratuita; y no sé hasta qué punto se está sobredimensionando, incluso por interés del propio Gobierno. El mensaje de que estos grupos tienen una gran capacidad organizativa creo que les da más fuerza de la que realmente tienen en las calles“, sentencia Laura Camargo.