Querido Zuazua – Nortes | Centradas en la periferia
Conocí a Zuazua en el Partido Comunista de principios de los años 90. Hace más de 30 años. Lo digo así y siento el vértigo del paso del tiempo, el implacable. A diferencia de otros lugares, en Oviedo, en su mayoría, quienes nos reuníamos éramos militantes extraídos de las capas medias de la población: profesores, profesionales independientes, trabajadores de cuello blanco,… Zuazua no, Zuazua era un obrero orgulloso de su condición.
Mientras yo intentaba comprender las categorías marxistas, el desdoblamiento de la conciencia de clase (la “clase en sí”, la “clase para sí”), Zuazua ya las encarnaba. Venía de la lucha antifranquista en los movimientos cristianos de base, de las luchas sindicales en el tajo, de la fundación de una de las asociaciones vecinales con más callo en las reivindicaciones. Venía de Ventanielles, un barrio de trabajadores y de luchadores sociales. Venía de la solidaridad de clase.
Zuazua reñía en las reuniones. Lo hacía porque tenía convicciones arraigadas, y a veces las reuniones y las personas, ya se sabe, nos desviamos de los objetivos. También, de inicio, era desconfiado. Hay que ser mínimamente desconfiado cuando vienes de las luchas clandestinas o semiclandestinas, se trata simplemente de instinto de supervivencia.
Sin embargo, la apariencia dura, casi hosca, del Camarada Zuazua sólo era un frágil caparazón. Si conseguías traspasar esa delgada línea de autodefensa llegabas a la persona. Una sonrisa de Zuazua, su aprobación ante algo que hubieras hecho o dicho, era una recompensa enorme, un premio militante, una medalla Lenin. Algo así como si toda la clase obrera, de repente, te sonriera y te diera su aprobación con un manotazo en la espalda. La inmensidad de su sonrisa era fiel reflejo de la grandeza de su corazón.
Una sonrisa de Zuazua, su aprobación ante algo que hubieras hecho o dicho, era una recompensa enorme, un premio militante, una medalla Lenin
Zuazua era una buena persona. Y las buenas personas hacen mejores sus entornos más cercanos, sus barrios, sus familias. Ventanielles, atrapado entre dos carreteras, en depresión física y social, como escribe el geógrafo Sergio Tomé, es consciente de lo que le debe a Zuazua. Tanto, que su lucha trasciende estos días a nuevas reivindicaciones vecinales impulsadas por él mismo, ya tocado por la enfermedad, y por quienes fueron sus compañeros (y compañeras) de aventuras en la Asociación Vecinal Los Ríos, hoy embarcados en nuevas plataformas para pedir un nuevo Parque del Este, para mejorar la calidad de vida del barrio y sus habitantes.
Me estoy enrollando, y esto no es una reunión del Partido Comunista ni una Asamblea vecinal, y además Zuazua no podrá pedir hoy la palabra como solía para dar su réplica.
No es posible entender a Zuazua sin su grandísima familia. Y no lo digo sólo en sentido numérico. Dora, leal compañera. Koty, Jorge, Eva, Sandra, Noelia, sus yernos, sus nueras, sus nietas,… Son gente que siempre está cuando se les necesita. Son gente rica porque ofrecen todo lo que tienen. Todo tiene quien todo da.
Lo han aprendido en casa, y los valores aprendidos se proyectan en cada encrucijada de la vida, así que siempre van a tener fácil encontrar el camino adecuado: el que hubiera elegido Zuazua, comandante en jefe también en su familia.
Termino, honrado porque Zuazua, y su familia, me hayan dejado dirigiros estas palabras. Ha sido muy difícil para mí rasgar el silencio y llegar hasta aquí sin romperme.
No sé si sabréis que Zuazua es apellido de origen vasco. Significa: tu casa, tu hogar. No estéis tristes, estad orgullosos y orgullosas. Él ha concluido su obra, con la solidaridad como herramienta de construcción: su barrio siempre en lucha, su familia solidaria, sus camaradas a los que deja ahora sin sombra pero con luz de largo aliento. A nosotros y a nosotras nos toca seguir su estela.
Hasta siempre, querido Zuazua. Hasta siempre camarada.